Recientemente Emancipación publicó en su diario Nuevo Curso un artículo acerca de la Universidad y el papel del movimiento estudiantil en las luchas que vienen. Por ello, como organización de jóvenes internacionalistas nos vemos llamados a profundizar más en la cuestión tratada por nuestros compañeros y dejar clara nuestra posición sobre nuestros intereses como parte de la clase trabajadora.
La Universidad
Desde el medievo hasta el capitalismo decadente de nuestros días la Universidad ha sido una institución mil veces reformada en función de las necesidades de la clase dominante en cada momento. Entre otras funciones (como el adiestramiento de la mano de obra del capital), dos de las más importantes que tiene en nuestros tiempos son la producción ideológica al servicio de la clase dirigente y la formación de cuadros medios para la burocracia del Estado (y de la propia Universidad). La primera, como hemos visto en publicaciones anteriores, va desde el feminismo hasta toda la política identitaria y nacionalismo que tanto impulso ha conseguido en los últimos tiempos. Es el origen de las ideas oportunistas que sirven de combustible a toda una capa de intelectuales burgueses dispuestos a desviar cualquier movimiento que ponga mínimamente en cuestión la lógica del capital y que afirme la independencia real de la clase trabajadora
La segunda en cambio es la que se encuentra en la base del hoy pujante «movimiento estudiantil». La burguesía de Estado encontró durante décadas en las plazas universitarias, desde la investigación hasta el profesorado, una forma de asegurarle a la pequeña burguesía hueco en la gran maquinaria burocrática. Es desde estos puestos desde donde se gestaron movimientos como el famoso Mayo francés, cantera de cabecillas del estado francés, hasta el 15M que ha dado lugar a partidos como Podemos. Sin embargo, como veremos a continuación, ni siquiera desde sus orígenes alguno de estos movimientos expresó algo mas allá del descontento de una pequeña burguesía que vio su privilegio de clase en peligro debido al contexto de crisis que vivimos. Como bien afirmaron nuestros compañeros: no luchan contra la precarización, sino contra la proletarización. Este es el verdadero núcleo del «movimiento estudiantil», y precisamente eso es lo que lo distingue de las luchas y los intereses de los jóvenes, estudiantes o no, de clase trabajadora, por mucha falseada radicalidad que manifiesten.
Como señalaba Trotsky al tratar sobre esa falsa juventud «revolucionaria»,
Es un hecho que, muy a menudo, para los estudiantes que en realidad son pequeñoburgueses, que el radicalismo es una enfermedad juvenil. Hay un dicho francés: ’Avant trente ans revolutionnaire, après canaille.’ (Hasta los treinta años revolucionario, después un canalla.)[...](Este estudiante) está insatisfecho porque no es él el que está instalado en el sillón de mando. Pero en cuanto llega al sillón, se acabó su radicalismo
Las organizaciones estudiantiles y sus funciones
Teniendo en cuenta la participación política e ideológica en el ámbito estudiantil, principalmente en la universidad, se ha evidenciado históricamente la necesidad de la pequeña burguesía de organizar los que serían los futuros cuadros del Estado y de sus organizaciones.
La primera organización estudiantil destacable en España fue la Federación Universitaria Escolar, que encuadraría a los futuros dirigentes republicanos que desde el ámbito estudiantil buscaban organizar la lucha contra el régimen de Primo de Rivera. Durante la Segunda República esta organización se vería debilitada en favor de diversas organizaciones juveniles.
Lo que si demostró este tipo de organización es a la clase social que de forma mayoritaria comenzaba a ingresar en la Universidad, la pequeña burguesía republicana cuyo fin era engrosar el estado capitalista en su nuevo formato.
Con la derrota del movimiento obrero revolucionario, las organizaciones estudiantiles universitarias reaparecieron con mayor fuerza. En España las universidades tenían su propio «sindicato vertical» franquista, al cual se oponían las organizaciones stalinistas y democráticas. Con la caída del régimen franquista, muchos de esos jóvenes engrosarían los partidos del capitalismo español.
Con el mayo del 68 francés, se evidenció que las organizaciones pequeñoburguesas universitarias estaban a la vanguardia de las ideologías que en los años venideros irían recobrando fuerza. Desde los discursos identitarios hasta los neoliberales, vinieron de la mano de esa nueva generación de políticos burgueses que iría redoblando su ignorancia.
Otro punto donde nos debemos detener para poder entender mejor a la pequeña burguesía universitaria organizada, es el conocido 15M.
Este movimiento estuvo protagonizado por la juventud universitaria que se había preparado para conformar la pequeña burguesía de la sociedad española. Los burócratas, jefes y capataces por encima de los trabajadores. En ese sentido, como muy bien se explicó en el artículo «Que podemos esperar del descontento universitario» en Nuevo Curso:
La crisis empezaba a arrasar los tradicionales sectores de colocación de cuadros. La contratación pública paró en seco y solo la banca destruyó 100.000 empleos que nunca volvieron a recuperarse. La pequeña burguesía intelectual quedó, de repente «sin futuro». Buena parte de los investigadores y de la inflación de doctores de hoy, nacieron de la huida hacia la academia de muchos de ellos. [...] El 15M no fue una revuelta contra la ausencia de trabajo en general, ni siquiera de «un trabajo de lo que estudié», fue y se repitió mil veces entonces y durante los años siguientes, una expresión de la ausencia del tipo de trabajos «para los que habían estudiado».
De esa agitación de la pequeña burguesía universitaria surgirían la «nueva política» como Podemos, que ha evidenciado muy bien los fines de esta clase. Poder reafirmarse como clase explotadora a costa de lo que fuese, aún de forma descarada.
Lo que se sigue manteniendo, son las organizaciones universitarias que dan voz a las ideologías que se fraguan en la Universidad. Ya se consideren como sindicatos o como asociaciones, estas organizaciones siguen y seguirán siendo las dominantes en la institución ideológica burguesa como es la Universidad, con una enorme presencia de los hijos de una pequeña burguesía que aspiran a mantenerse como clase explotadora. Pero esto no significa que los jóvenes de clase trabajadora e internacionalistas no tengamos alternativa para poder organizarnos.
La organización de los jóvenes trabajadores
Como estudiantes de la clase trabajadora debemos comprender que nuestros intereses no se extienden más allá de los de cualquier trabajador, cualificado o no, y que nuestra responsabilidad es luchar por la defensa de unas condiciones dignas en el trabajo y la conquista de la emancipación para nuestra clase social. Reducir nuestras reclamaciones a la exigencia de un status de privilegio tras obtener nuestras titulaciones, no llevará sino a la negación de nuestra pertenencia a la clase trabajadora, la cual, ya de por sí, está suficientemente negado como clase por la burguesía dirigente.
Existen muchos ejemplos de protestas de estudiantes en la historia reciente, sin embargo, las llamadas «huelgas estudiantiles», llevadas a cabo normalmente por los anteriormente mencionados sindicatos estudiantiles, carecen de una fuerza real de presión contra el Estado. Estos grupos conocen muy bien su incapacidad para realizar cambios efectivos, pero se aprovechan de las movilizaciones para ganar popularidad a través de sus mensajes y reclamaciones muy a menudo integradas en las ideas propiciadas por los círculos ideológicos de las propias Universidades, con la esperanza de ganar influencias en dichas instituciones y escalar hacia estos mismos círculos, para formar parte de ellos y asegurarse una situación privilegiada respecto a sus compañeros estudiantes e investigadores. Es así que, las protestas de este tipo que únicamente han tenido cierto éxito han sido las enmarcadas en las propias protestas de los trabajadores, los cuales, como fuerza de trabajo, sí tienen la capacidad de ejercer una acción real contra las clases dirigentes que satisfaga las necesidades humanas de los trabajadores, con estudios, sin ellos o en proceso de obtenerlos.
Por lo tanto, tenemos que dejar claro cual es nuestro sitio y que tipo de movimientos son los que realmente defienden nuestros intereses como estudiantes de clase trabajadora, que somos o seremos trabajadores e igualmente explotados que cualquier persona trabajadora sin estudios superiores. Podemos negar esta evidencia y reclamar los privilegios que históricamente tenía la pequeña burguesía académica y que, debido a la expansión de las Universidades y el aumento de oferta de personas tituladas, ya nunca volverá a existir o podemos organizarnos en contra de la precariedad de nuestra clase, contra las condiciones de vida cada vez más atacadas ante la crisis capitalista y luchando sin distinciones entre los propios trabajadores, pues los explotadores tampoco establecen distinciones cuando se toca su rentabilidad, da igual si tienes títulos o no.
Pero para dar el paso y organizarnos con capacidad, debemos criticar las ideologías impulsadas por los círculos burocráticos controlados por la pequeña burguesía universitaria, dejando claro que, por mucho moralismo que promuevan, no llevarán a ninguna mejora significativa para los estudiantes que el día de mañana serán precarizados en el trabajo. Su única utilidad es crear nuevos círculos de «expertos» y «nuevas titulaciones» donde encajar y ampliar su maquinaria burocrática, promover a las nuevas generaciones de dirigentes o simplemente distraer a los estudiantes de cualquier problema que ponga en cuestión el orden actual de las relaciones de trabajo.
Es por ello que debemos sacar en claro la necesidad de organizarnos independientemente de la pequeña burguesía universitaria. Organizarnos para poder luchar junto a nuestros hermanos trabajadores, por las reivindicaciones que verdaderamente importan para la mayor parte de nuestra clase y contra las condiciones miserables de trabajo que nos imponen cuando nos lanzan del mundo estudiantil al laboral. Pero esa lucha no es por ser los jefes o capataces, sino por hacer valer las necesidades genéricas universales que tenemos como seres humanos.